Desde chica mi sueño es

tener una vida llena de aventuras.

 

Siempre sentí el deseo de sumergirme en otras culturas y navegar nuevos paisajes maravillosos.

 

La noción de estar limitada únicamente al contexto específico en el que nací parecía incapacitante. Siempre preguntándome qué potencial podría descubrir al ampliar mis horizontes.

 

Con eso me puse en camino con un objetivo:

convertirme en ciudadana del mundo.

 

Buscando una forma de salir de la sofocante rutina, terminé aceptando una oferta inusual que me presentaron y me convertí en tripulante a bordo de cruceros.

 

Poco sabía que esta nueva libertad sería imposible de renunciar incluso años después. Como una marea que te lleva y te devuelve solo ocasionalmente y brevemente a tierra.

 

Actualmente paso la mayor parte del año a bordo, alrededor del mundo, un puerto a la vez, y mis vacaciones están destinadas a visitar mi hogar con nuevos ojos y sacar mi mochila para alguna expedición aquí o allá. Visitando a mis nuevos amigos de todo el mundo.

 

Los viajeros, naturalmente, desarrollan una profunda sensibilidad hacia la vida.

 

Dado que la sabiduría se logra únicamente navegando con conciencia por las muchas maravillas de la vida y nosotros, saliendo al camino, nos ponemos de frente con la esperanza de encontrar algún episodio transformador en nuestra ruta.

 

Sinceramente creo que las experiencias están para ser compartidas. Principalmente para encender esa chispa reveladora de curiosidad en los demás. Y haciendo de este mundo un lugar mejor basado en una mayor comprensión de los demás y de uno mismo. Y esa es mi misión.